Reflexiones en torno a Los buenos manejos, texto dramático de Jorge Ibargüengoitia
La sociedad, tal y como la conocemos los mexicanos está constituida por las personas y sus economías: el comerciante, el religioso, el político. Se trata de como se accede al dinero. ¿Cómo acceden los pobres al dinero? Acudiendo a los llamados que comerciantes, religiosos y políticos que requieren apoyo para desempeñar cualquiera de sus actividades y que pueden pagarles a otros para que los desempeñen.
No quiere decir que cada rol desempeñado lo aísla de realizar otras actividades económicas que lo asocien con sus conciudadanos. Por ejemplo, el religioso puede comerciar de uno u otro modo desde de su fe o fuera de ella; se puede reunir con el comerciante que querrá la cercanía de Dios en la plenitud de su vida. Entonces el comerciante también puede unirse con el religioso para que lo ayude moral, espiritual y monetariamente: el dinero de dudosa procedencia siempre puede pasar el filtro divino que habrá de lavar cualquier pecado.
El político administrará dichas asociaciones con el fin de que la riqueza se distribuya en alguna dirección (muchas veces la dirección es la suya) y regulará al religioso para que le ayude con sus gobernados, a mantener vivos sus rectos valores, su moral y el cumplir con sus deberes.
Pero en esta Santísima Trinidad del dinero, al margen y en desunión, viven los otros. Los orillados, los expulsados, los pobres, las mujeres, los homosexuales, los artistas, los filósofos, los dramaturgos...
El texto dramático Los buenos manejos de Jorge Ibargüengoitia borra a los pobres de la escena. Solo se les menciona, pero jamás aparecen mencionados en el dramatis personae. En cambio, Los buenos manejos representa todo outlander en los personajes de las prostitutas. Esas mujeres que se alejan del triángulo de la rectitud por dos vías: la inmoralidad sexual y la informalidad económica.
Por ello, a pesar de ofrecer un producto, su actividad no puede ser parte, como el religioso, el comerciante o el político, a pesar de que su actividad se desarrolle, forme parte activa de la economía y esté en constantes escarceos con todos. Todos y ninguno. Las prostitutas son llevadas a dónde están no porque quieran sino porque no nacieron en cuna de oro. La decencia sirve muy bien como apariencia, como propaganda política, como máscara de las peores atrocidades. La decencia da de comer pero sólo si tienes el suficiente capital para invertir; de otro modo, la decencia es un estorbo.
No es muy decente prostituirse, buscar objetos de valor desechados en la basura, comer de lo que se encuentra en la basura, pedir limosna. Pero la decencia no da para comer. No siempre.
Jorge Ibargüengoitia da mucho que pensar. Muchísimo. La conformación de una sociedad mexicana, donde sea, desde su fundación súper democrática, post revolucionaria y neoliberal vive en la mejor de las decencias: Televisa no es un monopolio que produce basura cultural y evade impuestos, sino un filántropo que ayuda a niños con discapacidad; el PRI no es un partido plutócrata que ha traicionado hasta sus propios estatutos y cometido las peores atrocidades a fin de mantener el poder, sino uno que ha creado la seguridad social y los sindicatos; la Iglesia Católica no ha escondido bajo sus sotanas a los peores pederastas, sino que mantiene vivos nuestros valores guadalupanos.
Por eso se nota más lo que está mal. Porque a pesar de que la decencia aparente sustente el triángulo divino, piedra angular de nuestra sociedad, vivimos mal. Todo en cuanto a violación de derechos humanos se tenga a bien conocer se cometen en nuestra sociedad; sobre, contra y, peor, desde el poder económico, político y religioso.
Los buenos manejos siempre son los más decentes. Aunque lo que se maneje sea la miseria de todos los demás. Yo explico muy burdamente lo que la obra tiene en gran valor hacerlo ameno, musical y trasladamdo su trama unos dos siglos atrás. Como dice Juan Villegas acerca del ingenio del dramaturgo actual, posmoderno, sobre su incorporación de crítica social: "El discurso teatral de esta época incorpora la parodia, la ironía, la metateatralidad como recursos recurrentes que contribuyen, con frecuencia, a la ambigüedad del mensaje".
Bonus track
Para ver una especie de Los buenos manejos en el cine habría que ver La ley de Herodes (Luis Estrada, 1999) que no tiene que ver con el cuento homónimo de Ibargüengoitia pero si con esta pieza en particular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario