La pieza teatral es un espectáculo visual. Un popurrí de la formación de los aztecas y su mitología. Dioses, naguales y naturaleza confluyen aquí en una educación sentimental mexicana que falta en la formación de la mayoría de los estudiantes en las escuelas básicas. Las raíces de los mexicanos son mitad hispanas y mitad indígenas. Es una pérdida en la formación identitaria de los jóvenes el que no tenga el peso suficiente en su educación escolar. Habría que ponerse a investigar cual es la idea de los niños acerca de los indígenas de los que solo saben de ellos porque venden sus productos en las exposiciones o que mendigan monedas en la principales avenidas de las ciudades.
Hernández pues se pone romántica con la visión de la vida de los aztecas, los sacrificios humanos y la conquista pero termina como cualquier película panfletaria que busca meter en una misma canasta de cuentos mexicanos toda la historia oficial de un pueblo. Como si en 1968, fecha de publicación de la obra, México ya hubiera alcanzado su esplendor, siendo como escribió Octavio Paz el fin de una etapa de la historia. Un final sangriento y represivo.
Parece que Hernández lo que busca es presentar una visión del espíritu del panteón azteca. En ese aspecto encuentra lo que las religiones principales buscan fijar y transmitir: la creación de los hombres, los conflictos de sus dioses, su encarnación y sus promesas. Las religiones buscan simbolizar para la ceremonia los puntos más sacros de la vida y obra de sus dioses y naguales de una manera práctica, aunque muchas permitan licencias teatrales para efectos espectaculares. En Quetzalcoatl la practicidad se deja de lado en pro de la espectacularidad que yo creo no puede sino presentarse con un espectáculo dancístico, con mojigangas, luces y sonido, a lo Broadway, a lo Cirque Du Soleil. Hay que ver como Disney ha logrado convertir sus películas animadas como El Rey León (basado sin aceptarlo en Hamlet de Shakespeare) en espectáculos teatrales que abandonan el plano del cuento infantil para convertirse en verdaderas piezas de arte de música y danza.
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